An apple a day keeps the doctor away

09.05.2019

Por: Ana María Acevedo 

Piénsalo, ¿qué pasaría si las manzanas nos contaran la historia del mundo?...

Al principio de todos los tiempos, existió un fruto en apariencia perfecto: redondo, dulce y rojo; pero en esencia sensual y pecaminoso. Muchos piensan que fue por él que dejamos las comodidades del Edén, otros, que su crujiente pulpa nos presentó los placeres de la mundanidad.

Sea ponzoñoso o purificante nuestro protagonista, lo cierto es que, entre las atrocidades y gallardías que se vivió en el destierro que celebra la terrenidad, la granate piel de la poma palideció. La muy engreída portó las vestimentas doradas que la señalaban como vocera del destino y de los dioses. Solo aquellos quienes la emulaban en apariencia afrodisiaca, astucia atenéica, o fortaleza espartáica, eran dignos de su equilibrado sabor y perfecta figura.

El tiempo la llevó a una nueva metamorfosis. Su burlón ego desapareció cuando sus redondas mejillas se tornaron enfermizas, primero amarillentas y luego verduzcas. Su cutis se arrugó y su cuerpo ahora yacía en los terregosos caminos repletos de bandidos y viajeros hediondos. De diosa pasó a reina, y de regente a mendiga; acompañante del pan escueto y la cerveza mal hecha.

La mercantilización le regresó un poco de su antigua dignidad. Los comerciantes le pidieron que se chuleara, que se maquillara, que regresara a ser perfecta y brillante. Ella se multiplicó y llenó huacales y anaqueles por igual, docenas de réplicas idénticas. Ahora vale en monedas y se atesora por sus vitaminas.

Hoy es la rosa esperanza de un mundo mejor y más inocente; el retorno al campo. Única e irrepetible, siempre millennial nunca inmillennial, flequillo, cabello corto, tatuaje indicador 100% orgánico, #ecofriendly, #sinpopote, #consumolocal.

Mi manzana preferida

Para mí, la mejor manzana histórica-literaria va a ser la de Blanca Nieves. Esa que recuerda a las amas de casa norteamericanas de los 50. Peinados perfectos, mejillas sonrosadas, vestido impecable. Mesa a tres tiempos, 6:30 en punto. Ensalada de palmitos, filete a la pimienta con papas cambray y tarta de manzana cacera.

No hay colores, tamaños ni formas perfectas; solo el bello simbolismo de lo hogareño, un apapacho de mamá y la caricia de lo cálido.

Manzana dulce, limón partido,

                              dame esa tarta que yo te pido

Como diría mi abuela, "para esta receta no hay cantidades, todo va al tanteo según el gusto del cocinero". Necesitas cinco manzanas, de preferencia todas diferentes; una verde le dará acidez, una roja dulzor, una amarilla jugosidad, una rosa cariño y una moteada un toque picarón.

Usa tu mezcla favorita de manzanas; la mía es un perón, dos verdes y dos rosas (las rosas o Pink Ladies son difíciles de encontrar, pero las puedes sustituir fácilmente con unas Gala). Necesitas azúcar, un toque de canela, limón amarillo (jugo y zumo, ambos), mantequilla -lamento el comentario snob pero es cierto; mientras más cara, mejor sabor- y Maizena para que el jugo que pierda la manzana al cocinarse se retenga en forma de un caldito espeso.

Pela y pica las manzanas en trozos pequeños. Mezcla el resto de los ingredientes con las manzanas para que se impregnen con todos sus sabores. Usa tu receta de costra de pay predilecta y rellénala con esta preparación.

Para el toque final, mezcla con tus dedos un tanto de harina, medio tanto de azúcar y un cuarto de tanto de mantequilla. Integra lo suficiente para que la mantequilla quede en trozos pequeños, pero ojo, no hagas que se pierdan estos grumos; le darán un acabado delicioso a tu tarta. Tapa el pay con esta grumosa arena y hornea por 30 - 40 min a 180 ° C.

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