Sabor a dulce infancia

Por: Ana Karen García 

Reímos hasta llorar, gritamos de emoción, bailamos sin pena, saltamos charcos, nos columpiamos hasta sentir cosquillas, descubrimos el mundo de puntitas, y así, expectantes, nos abrimos paso a nuevas etapas de la vida.

Entre esas vueltas de la infancia, llenas de sonrisas, probamos y disfrutamos con manos pegajosas, cabellos despeinados y manitas sucias; pero siempre felices. Y es que si hay algo que nos lleva de vuelta a nuestros primeros años de vida son, sin duda, los dulces. 

Crecimos entre sabores ácidos en forma de polvitos de colores que nos provocaban muecas, y al final, disfrutábamos masticar el papel -que no nos vieran las mamás porque pegaban el grito en el cielo-. Y qué decir de las paletas rojas que nos pintaban la lengua y luego, con gran carisma la mostrábamos al compañero más cercano. Ni hablar de aquellos dulces que representaban valentía y fuerza, que te hacían salivar, dar pequeños saltitos mientras agitabas la mano e inspirabas aire por la boca; esos picantes que no tenían piedad de nuestro tierno paladar.

Pero no todo se detiene ahí, nuestra curiosidad nos llevaba a algo más, descubrir texturas, desde los chiclosos que hacían doler la mandíbula hasta aquellos caramelos duros que tronábamos con fuerza -y de nuevo las mamás: "no muerdas los dulces o se te van a picar los dientes"-. Claro, no podíamos dejar pasar aquellos dulces que al tronar en la boca, se armaba una pequeña guerra en nuestro paladar.

Sin lugar a duda, la infancia es un tesoro que con el tiempo se difumina; pero que siempre espera que volvamos a ella para recordarnos nuestros sueños, quiénes somos y qué queremos lograr, lo que nos inspira y nos motiva. Así que en este sube y baja de la vida diviértete, sonríe y no olvides consentir y apapachar al niño/a que sigue ahí, esperando que una vez más disfrutes de tu dulce favorito.